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Los instintos del lobo.

Junto con otros once perros Kyra tiraba del trineo de su amo; cargado con provisiones compradas en la aldea para todo el invierno. Pronto las tormentas de nieve ya no permitirían bajar de las montañas.

Después de tres horas de camino el amo abrió una tienda confeccionada con pieles para pasar la noche.
Los perros cenaban y descansaban de las largas correas.
Un crujir en el bosque llamó su atención y volvió a mirarlo. Era un lobo de ojos cristalinos. Lo vio por primera vez cuando su caravana bajaba a la aldea dos días antes. Los había estado vigilando a lo lejos, siguiendo los pasos de los intrusos que cruzaban su territorio. Como el amo era un hombre muy experimentado avivaba el fuego cada tanto para mantenerlo lejos. Aunque no siempre lograba distinguirlo sobre la nieve, Kyra podía sentir su presencia, su olor, y soltaba aullidos largos que se unían a los de él en la oscuridad. Mucho antes del amanecer Kyra se alejó de los demás perros para buscarlo.
No tuvo que ir muy lejos, èl también la miraba y la sentía.
Se olieron de cerca y lamieron sus partes húmedas. Dieron varias vueltas uno alrededor del otro antes de desgastar sus sexos, con ese instinto natural ajeno a los reproches, tan propio de las bestias.
Cuando el sol amenazaba con lanzar sus primeros rayos sobre las cúspides nevadas, Kyra entendió que era hora de volver a su amo como lo entienden dócilmente todos los perros.
Solo había una cosa que la detenía.
-Vuelve conmigo- le dijo al lobo – mi amo es un hombre bueno y estoy segura que sabrá apreciarte. Quédate conmigo e iniciemos nuestra propia manada.
-No sabría como hacer eso. Siempre he estado solo - le respondió el lobo mientras daba unos pasos hacia atrás.
Se miraron todavía una vez mas mientras cada uno caminaba en dirección contraria.
27 Enero, 2011
Lilymeth Mena.
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2 comentarios:

Anónimo dijo...

muy interesante, muy muy interesante, sigue adelante, que belleza. por demas interesante trabajo, un abrazo deseandote lo mejor y que la musa siga contigo por siempre, te veo en fb marcos ortiz

Anónimo dijo...

El ser humano evoluciona de la mano de sus vivencias. El hombre es su circunstancia, escribirían los sesudos analistas sociales. Puedo ver, con los años, una riqueza extraordinaria en tu forma de diseccionar el alma humana. No te has quedado en las riberas de lo cotidiano, avanzas, exploras, inventas. Tu creatividad te lleva a la búsqueda de tu ritmo; y creo que ya camina sola tu personalidad de escritora, fluye, se dá sin prisas; tu palabra tiene tono, color, riqueza humana. Ojalá nos sigas regalando con tu voz de viento y brisa. Ojalá me apruebes en tus hechizados lectores. Va pues.