Lilymeth Mena Copiright 2014 © Todos los derechos reservados

Safe Creative

Registro de Propiedad Intelectual

Amigas.

Clara mecía el columpio y se reía a carcajadas. Con cada empujar de sus bracitos, el columpio tomaba mas velocidad en el aire y tanta altura que casi tocaba la copa de los arboles.

Clara preguntaba a Sissi casi a gritos si quería que la meciera más fuerte. Sissi respondía que si, siempre decía que si; era su mejor amiga y entusiasta cómplice de travesuras. Jamás la dejaba sola.
El subir y bajar provocaba una marea de risas y emoción.
Cuanto más alto, más alboroto.
La puerta de la casa se abrió con un rechinido de bisagras. La madre de Clara se sacudía las manos sobre el mandil, preparándose para interrumpir la fiesta con uno de sus acostumbrados gritos y su mal humor.
-Claraaaaa. Deja ya de ensuciarte ese vestido y ven a comer. Tu padre no tarda en llegar. ! Apúrate ¡
La pequeña, frunciendo levemente el entrecejo, detuvo el columpio vacío con una sola mano.
-Ven, Sissi. Vamos a comer.
29 Enero, 2011
Lilymeth Mena.
Safe Creative #1101308371690

Los instintos del lobo.

Junto con otros once perros Kyra tiraba del trineo de su amo; cargado con provisiones compradas en la aldea para todo el invierno. Pronto las tormentas de nieve ya no permitirían bajar de las montañas.

Después de tres horas de camino el amo abrió una tienda confeccionada con pieles para pasar la noche.
Los perros cenaban y descansaban de las largas correas.
Un crujir en el bosque llamó su atención y volvió a mirarlo. Era un lobo de ojos cristalinos. Lo vio por primera vez cuando su caravana bajaba a la aldea dos días antes. Los había estado vigilando a lo lejos, siguiendo los pasos de los intrusos que cruzaban su territorio. Como el amo era un hombre muy experimentado avivaba el fuego cada tanto para mantenerlo lejos. Aunque no siempre lograba distinguirlo sobre la nieve, Kyra podía sentir su presencia, su olor, y soltaba aullidos largos que se unían a los de él en la oscuridad. Mucho antes del amanecer Kyra se alejó de los demás perros para buscarlo.
No tuvo que ir muy lejos, èl también la miraba y la sentía.
Se olieron de cerca y lamieron sus partes húmedas. Dieron varias vueltas uno alrededor del otro antes de desgastar sus sexos, con ese instinto natural ajeno a los reproches, tan propio de las bestias.
Cuando el sol amenazaba con lanzar sus primeros rayos sobre las cúspides nevadas, Kyra entendió que era hora de volver a su amo como lo entienden dócilmente todos los perros.
Solo había una cosa que la detenía.
-Vuelve conmigo- le dijo al lobo – mi amo es un hombre bueno y estoy segura que sabrá apreciarte. Quédate conmigo e iniciemos nuestra propia manada.
-No sabría como hacer eso. Siempre he estado solo - le respondió el lobo mientras daba unos pasos hacia atrás.
Se miraron todavía una vez mas mientras cada uno caminaba en dirección contraria.
27 Enero, 2011
Lilymeth Mena.
Safe Creative #1101278356710

Estrellas en las orejas.

Se contaban ya ocho años desde su divorcio. Había intentado de todo para olvidarla. Pero sus esfuerzos parecían acrecentar y avivar los recuerdos, incluso los de más tiempo atrás. Recordaba detalles como el color del vestido que traía puesto cuando la conoció, los aretes con forma de estrella que no se quitaba nunca, sus manos pequeñas que él frotaba para proteger de ese frio invierno del 97.

Tuvo relaciones con chicas nuevas. Caras frescas, manías desconocidas. Para él todas ellas eran misterios sin resolver. Solía pensar que una de las razones de haberse casado (aparte de amarla perdidamente), era no tener mas citas. Odiaba todo ese rito de hacerse el interesante e intentar deshojar la personalidad intrincada de cualquier otra mujer.
Cualquier otra mujer que no fuera ella, si…ella.
Se encontraba ya tan agotado, tan devastado, que no le pareció en nada descabellada la idea que le propuso su primo. Su primo estudiaba el último año de psiquiatría, e intentaba realizar su tesis sobre las terapias a base de hipnosis y regresión del tiempo. Usando a su vez, drogas suaves que ayudaran en el trabajo de persuación.
Estaba decidido a intentarlo, de todas maneras no podría estar peor.
- Esto va a ser un poco violento - le advirtió su primo - pero te aseguro que es absolutamente necesario ¿Que tan violento? – preguntó con algo de reserva, mientras se acomodaba en el sillón reclinable y le eran colocados electrodos por todo el cuerpo, que con largos cables de colores daban a un monitor, a una mesa con planos para escalas, y a una aguja lista para dispararse sobre el papel.
Pues mira – le respondió su primo con una sonrisa sombría en los labios – Te voy a arrollar con un tren. Luego retrocederé y te pasaré de nuevo por encima para asegurarme de no haber fallado – él también sonrió.
El Plan era simple. Todo el procedimiento se haría en una sola sesión intensiva de doce horas. Empezaría por retroceder en el tiempo al momento en que la conoció, y a partir de ahí se introducirían ciertos cambios para modificar sus memorias hasta el día de hoy. Ni su primo ni su madre volverían a mencionársela, y dado que eran su única familia, y los unicos en su vida actual que la habían conocido, todo se acomodaba a su favor.
Olvidarla de un tajo, de una buena vez. No sonaba nada mal.
Cuando despiertes, no recordaras nada que tenga que ver con ella – fueron las ultimas palabras que escuchó antes de perderse en el punto de sangre que dejó la jeringa al salir de su brazo. Cuando despertó eran las diez de la mañana, se encontraba recostado en el sillón reclinable del estudio en casa de su tía. No recordaba haber llegado la noche anterior. Cuando se topó con su primo en el corredor, hacia el baño; éste le contó que había llegado algo tomado de una fiesta la noche anterior.
Espero que hayas dormido bien, el estudio es algo frio en inviernoPor extraño que parezca – respondió sorprendido – me siento increíble, como si hubiera dormido todo lo que no he dormido en años.
Después de desayunar se despidió para dirigirse a su propia casa.
Ya en la calle, justo cuando levantaba el brazo derecho para introducirlo dentro de la manga del abrigo, vio a lo lejos una hermosa silueta. Con la boca ligeramente abierta y los ojos impávidos, la siguió a lo largo de seis cuadras. Se quedó parado unos minutos afuera de la casa donde la viera meterse. Una casa amarilla con enormes ventanales blancos; que absurdamente le parecía conocida.
De camino para su casa. No podía dejar de pensar en ella, en esa dulce criatura de sonrisa amable. No podía alejar de su mente aquel rostro tan blanco, esos hermosos ojos verdes, ese vestido de color naranja, y esas diminutas estrellas en sus orejas.
18 Enero, 2011
Lilymeth Mena.
Safe Creative #1101198286265

Guantes de látex.

A esa hora de la madrugada los cuartos y corredores del hospital permanecían a media luz. Las secciones sin enfermos quedaban totalmente a oscuras. De vez en cuando una camilla subía de cirugia al área de recuperación. Al fondo en Oncología muchas cortinas separaban los cubiculos, para darle al enfermo terminal la poca privacidad que puede proporcionar una tela de punto tosco en color azul.
Al fondo del piso el inventario de la farmacia mantenía entretenidos a los dos enfermeros en turno. El jefe de medicos asistía una intervención imprevista. La encargada de recepción acomodaba los expedientes para el cambio de turno.
Sus lamentos se escuchaban todo el tiempo levemente, como el ulular del viento que movía las copas de los árboles. Los médicos habían hecho ya todo lo posible. Se esperaba su deceso para las próximas horas. Anciano, sin familia, sin hogar, llegó al hospital para morir en un cubiculo de tres por cuatro. Durante días se había desgarrado en un vomito doloroso. Un vomito sanguiñolento que redujo lo que quedaba de espiritu en ese bulto adolorido.
Su última ronda estaba programada a las cinco y media, antes de que llegaran las enfermeras del turno matutino. Indicada sobre su tabla estaba otra inyección de morfina para el paciente moribundo. Pero el estado de aquel cuerpo hacia notable su inutilidad.
Los aparatos reproducían un débil latido apenas audible y una aguja brin coteaba de un número a otro con muy poca fuerza.
Con las manos enguantadas apagó el respirador. Una respiracion agitada seguida por ligeros espasmos, luego, nada. Suavemente acomodó las manos del hombre sobre su pecho y cerró sus ojos. "Ahora puedes descansar" le susurró al oído mientras anotaba sobre su tabla: Hora de muerte 5:48 am.
15 Enero, 2010
Lilymeth Mena.
Safe Creative #1101158263220

Y sin embargo habla.

Para Margarita el habla era mucho más que un instinto desarrollado, para ella era su mejor instrumento. Desde muy niña se había distinguido por ser desinhibida, platicadora y muy simpática. En broma su padre solía decirle -Ay, hija. Tú hablas hasta con las piedras.

Lo cual no estaba en nada alejado de la realidad.
Por la mañana la jovencita saludaba a los pajarillos de su madre. Una pareja de canarios que cantaban alegremente dentro de su jaula. La chica era a lo más alegre y juguetona. -Buenos días, pajaritos. ¿Cómo amanecieron hoy?
Después del saludo a las aves, se encaminaba al comedor para saludar a su pez dorado, luego saludaba del mismo modo a su padre, a su madre, y finalmente a la nana que servia el desayuno
-Buenos días mi nana querida. Pero como eres chula mi viejita hermosa -canturreaba con su voz de niña mientras abrazaba a la anciana y le plantaba un beso en la mejilla.
En la escuela sabia ganarse el afecto hasta de los maestros más duros por que era adulona y divertida. Aparte de poseer ese ángel y linda sonrisa que la convertían en una criatura, a falta de otra palabra, encantadora.
Margarita recién comenzaba un nuevo ciclo escolar e intentaba identificar a los alumnos nuevos, para ayudarlos a integrarse al horario de clases. Una tarea que le inculcara desde que entrara a la preparatoria su tutor. Era una comisión que no le pesaba para nada y le acareaba puntos extra, así que lo hacia siempre con mucho gusto.
Entre el tumulto de chicos que se agolpaban para dirigirse a sus aulas luego que sonara el timbre, Margarita vio a un muchacho de mirada melancólica y serena que parecía perdido. Sostenía nerviosamente el horario y miraba hacia todas partes.
Margarita se le acercó con su sonrisa especial para darle la bienvenida y ayudarlo a encontrar su aula. Luego de indicarle el ala norte del edificio y darle instrucciones, se despidieron amablemente. Aunque el muchacho no la miró en ningún momento a los ojos, a Margarita le parecieron los más bellos que había visto nunca.
Durante todo ese semestre, Margarita intentaría acercarse al joven de todas las maneras imaginables, sin conseguir ningún avance. El muchacho era introvertido y callado. Gustaba de sentarse alejado de los grupos a la hora del recreo, para disfrutar de su merienda y algún libro.
Nuestra Margarita ya había hecho de todo. Esa mañana se acercó al chico mientras este tomaba jugo y terminaba de leer “La evolución de las especies”. Se sentó junto a él sobre el césped y con grandes esfuerzos intentó iniciar la charla, pero el muchacho no mostró interés alguno. Por el contrario había sumido aun más la mirada dentro del grueso tomo y la había ignorado por completo.
La niña contrariada, se alejó del lugar donde yacía el objeto de su afecto para caminar sobre el patio de juegos. Era extraño para ella sentirse ignorada, acostumbrada como estaba a ser el centro de atención. Con el ceño un poco fruncido no dejaba de preguntarse ¿Por qué le atraía ese joven que no parecía gustar de ella?
Sobre el concreto del patio había una piedra. La muchacha se inclino y se dirigió a la piedra -Papá dice que hablo tanto, que podría platicar hasta con las piedras. Seguramente tú me pondrías mas atención de la que me pone él. Anda, dime piedrita linda ¿Por qué no me quiere?
-Tal vez sea por que hablas demasiado y él es amante del silencio -Respondió la piedra.
03 Enero, 2010
Lilymeth Mena.
Safe Creative #1101048192043