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Perdón por la tristeza.

Tal como sucede con muchos hombres que han sido desde el inicio de sus vidas, exitosos, mimados y adinerados; Víctor tenía muy malos modales, terribles ataques de vanidad y pecaba de soberbia. No tenía amigos pues consideraba su amistad demasiado importante para dársela a cualquiera.

Como único heredero de la fortuna familiar y de la empresa que fundara su padre, sus días se debatían entre el trabajo y una mala relación amorosa. Mala, por que el poco tiempo que él le dedicaba a su seductora novia no parecía ser el suficiente, y ella siempre encontraba con quien entretenerse.
Así pues pese a tener más de lo que un hombre común pudiera desear, el muchacho tenía un alma vieja y agria.
Al llegar a casa los únicos que lo esperaban eran el valet y su perro. Mientras Víctor se sentaba cómodamente a relajar el cuerpo, el valet le traía en una charola de plata un coñac con hielo, le quitaba los zapatos y ponía un paño fresco con loción sobre su frente.
El perro se echaba a un lado y lamia la mano flácida de su amo que caía por encima del brazo del sillón.
Después de un discreto intento del valet por hacerle platica a su señor incitándolo a hablar del clima, del pesado trabajo o de su infiel prometida, parecía que esta noche no era la indicada para desahogarse con el hombre a su servicio, así que le despidió haciéndole notar que él no llegaba a casa para platicarle sus problemas a un valet con cara de pocos amigos “No se que te pasa esta noche que tienes encima un aire deprimente que solo consigue que me ponga de peor humor”. Enseguida se levantó el señor y se fue a su recamara. El valet se inclinó un poco hasta que la puerta se cerró.
Al día siguiente en la oficina le fueron entregadas a Víctor todas las facturas del mes, que debía firmar para ser enviadas a contabilidad. Entre ellas notó una del día anterior por un arreglo de flores.
- Pero, yo no he pedido que le envíen flores a nadie - dijo en tono áspero a la asistente por el intercomunicador.
-Ya lo se señor, yo me tomé el atrevimiento de enviarlo por usted
- ¿Y a quién? …si se puede saber
- A Adolfo su valet, ayer hace un año que murió su esposa.
29 Mayo, 2011
Lilymeth Mena
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El gato sabio.

Afuera del viejo y roído edificio pasaba una de las más importantes avenidas de la ciudad. Como la estación del metro quedaba justo en la esquina, el ir y venir del tráfico y transeúntes era cosa común. La vecina que habitaba el departamento de la planta baja y administraba el edifico, poseía un gato pardo que tenia por mas grande disfrute sentarse sobre la cornisa de la ventana a contemplar la vida. Todos los días el gato miraba pasar a la gente, los autos, las aves, y a los vendedores de maní con sus escandalosos carritos. Igual, parecía vigilar la entrada y la salida de las personas al edificio, algunos vecinos que bien sabían de su rutina, al mirarlo en su lugar habitual lo saludaban con un gracioso “Hola Margarito”.

Ernesto y Andrea eran una joven pareja de recién casados que vivian en el tercer piso. Como sucede frecuentemente con las parejas de enamorados, a ella le gustaba enojarse por pequeñeces; entonces le montaba al pobre y paciente Ernesto un berrinche, ella azotaba la puerta y salía a la calle esperando que el compungido muchacho saliera corriendo tras ella para pedirle perdón.
Una tarde después de comer, Andrea hizo uno más de sus acostumbrados berrinches de niña mimada. Azotó la puerta como gobernaba su costumbre y salió a la calle dando pasos grandes y agitados. El confundido y desorientado Ernesto salía esta vez unos segundos mas tarde que su amada, con lo que no alcanzo a ver si su encaprichada esposa había doblado a la izquierda o a la derecha.
Ernesto se sacudió nerviosamente el cabello con las manos y miró desesperado en ambas direcciones. Como unos minutos antes había caído una copiosa lluvia de mayo, la calle estaba bastante solitaria ¿hacia donde correr? Pensaba Ernesto.
Entonces levantando la mirada se encontró con la del gato, que pestañeando perezosamente se reacomodaba en su lugar.
- Eh, Margarito ¿tú no habrás visto por donde se fue?
Ya que no tienes dignidad, se fue por allá.  
Señaló el gato con la pata derecha.
25 Mayo, 2011
Lilymeth Mena.