Intenté moverme un poco para ver que posibilidades tenia de desatarme y aprovechar algún descuido, pero mis guardianes dándose cuenta de mi treta, me picaban con la punta de sus pequeñas lancitas en los dedos de los pies.
Entonces se escuchó una estruendosa voz, como venida del cielo; que le gritaba a los negritos que me picoteaban.
-Pacoooooooo, Jimenaaaaaaaaa. Ya métanse, dejen de dar lata.
Aun con toda la impotencia y confusión que sentía dada mi condición, tuve tiempo de pensar para mis adentros, que extraños eran esos nombres para un par de africanitos.
Los dos armados parecieron hacer caso omiso a la voz del mas allá, sin sentir ni tantita piedad de mis miembros ya sangrantes, seguían picándome con sus puntas afiladas, tan afiladas como diminutos colmillos.
La alarma del despertador me sacó del sueño en una terrible sacudida, mi pequeño corazón palpitaba acelerado. El gato me mordía inmisericordemente los dedos de los pies por encima de la sabana, tuve que darle un bofetón para que se apartara de mi carne jugosa.
Por la ventana se colaba la ronca voz de mi odiosa vecina, llamando a sus taimados hijos que seguramente estarían haciendo de las suyas en el patio.
-Pacooooooo, Jimenaaaaaaaaa. Ya métanse, dejen de dar lata.
24 Febrero, 2011
Lilymeth Mena.