El calcinante ardor que entraba
por garganta y pulmones dificultaba la respiración hasta convertirla en un esfuerzo
gomoso y casi inútil. La blanquecina luz del lugar enceguecía dolorosamente los
ojos hinchados obligándolos a permanecer pegados por las lágrimas. En sus
adentros todo se sentía al rojo vivo. Era como una herida que jamás podría
curar. Las vísceras se le compactaban con esa incomoda presión que oprime de
afuera hacia adentro. Una mezcla de moco y líquido salio de él al mismo tiempo que
expulsó un desgarrador gemido que rompiera el silencio de la noche. El medico dijo
entonces en voz alta “Hora de nacimiento 2:32 de la madrugada”.
Lilymeth Mena
05 Noviembre, 2012.