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Chico malo, rubia tonta.

Era un pueblito minero de esos que están en no se donde, habitado por puros no se quien, que buscan no se que. Las únicas distracciones, eran un prostíbulo, el bar y un cine. Todos los hombres trabajaban en las minas, salvo buenas excepciones que hacían falta para echar a andar el lugar, panaderos, el tendero, los maestros, el lechero, el cantinero y anexas. Por cierto, el cantinero era dueño del único bar. Un lugarcito húmedo, oscuro, bastante mal montado pero que compensaba todo con una mesa de billar y una rockola con doscientos Lp’s.
Los fines de semana eran una locura, los mineros iban subiendo de a pocos e igualmente se iban llenando los lugares donde se podían gastar la plata recién cobrada. El cine proyectaba la misma película una y otra vez en una especie de “permanencia voluntaria”. El panadero y el lechero entregaban el doble. Los niños podían jugar fuera hasta tarde para que el padre pudiera cumplir con su visita conyugal y la señora tuviera buena cara el resto de la semana.
Era un sábado de esos ya pasadas de las once de la noche. Los parroquianos en el bar disfrutaban de tarros fríos con cerveza oscura. En la mesa de billar se jugaba y apostaba un bola ocho. Dos mesas se habían juntado para el póker allá atrás.
En medio de lo que era una noche tranquila, se escuchó el ruido de un potente motor. No era otra sino la Harley Davidson de Axel. El hijo del socio mayoritario de las minas. Pocas veces se le veía por el pueblo, por que cuando él quería fiesta se iba a la ciudad, le repugnaba la simpleza y poca sofisticación de todo lo que le rodeaba. Cuando entró al bar nadie pudo evitar mirarlo, tenia toda la facha de chico rudo, pero a la vez mimado. Por que nadie que no sea un niño mimado puede vestirse como él en un lugar como este. Botas negras con hebillas, jeans azules, chaqueta de cuero y una playera negra con un diseño en letras mórbidas que se leían “From hell”.
Adivinando que esta noche ganaría un poco más, el cantinero se acerca y le ofrece una mesa. –No, quiero una al fondo, con espalda a la pared. Así lo hace el cantinero, limpia la mesa de tablas flojas para el señorito y le sirve. Mientras el tarro escurre y va mojando la mesa, Axel se la pasa atendiendo el celular.
Pasada la entrada del niño bonito, los comensales siguien con su fiesta cada quien en su cada cual, las bolas sobre la mesa de billar hacían que algunos, ya borrachos, soltaran gritos de enojo o de emoción. La espesura del humo de cigarro subía en espirales hasta el techo en las mesas de póker y un muchacho con mirada perdida no decidía que canción escoger en la rockola. El de la rockola ya tenia un buen rato ahí nomás, parado. Como si su decisión fuera cosa difícil pero importante. Cuando Axel dejó el celular le dijo en tono burlón al de la rockola.
–Por que te tardas tanto para escoger una canción? Te apuesto que cualquiera que elijas será fea y anticuada. Como todo en este inmundo pueblo.
-Te equivocas, esta rockola tiene doscientos discos, muchos de ellos son considerados clásicos. Hay muchas canciones buenas.
–Tú que puedes saber de música, si no eres más que un minero.
–Así eres siempre de petulante? No soy minero, soy maestro.
-Peor, a los mineros todavía puedo respetarlos por que el trabajo rudo forja el carácter, pero un maestro, es como una niña que lee libros. Vas a aceptar mi apuesta?
-Cual apuesta?
-Te dije que cualquier cosa que toque la rockola será una mierda, juegas?
-Yo nunca apuesto. El juego es para gente ociosa. Supongo que tú no has forjado el carácter aun, no has hecho nada de trabajo rudo.
Axel brinca de su asiento y con la mano derecha lo toma por la garganta, con la otra mano le oprime la nuca para obligarlo a sentarse. Todos se quedan impávidos observando.
-Vas a apostar o no? Deberías sentirte halagado maestrito de pueblo, yo no apuesto con cualquiera. Mira, si pierdo puedes pedirme lo que quieras.
-Y si pierdo yo?
-No creo que tengas nada que yo pueda desear, así que si tú pierdes, voy a cortarte un dedo. Me gustan las apuestas serias. Velo por este lado, no lo necesitas, no eres minero, ni siquiera panadero, eres maestro ¡ Pero si ganas, podrás tener lo que me pidas. Lo que sea.
En eso se abre la puerta y entra una chica rubia asombrosamente bella, vestida muy al estilo de Axel, botas, chaqueta de cuero, diminuta falda de mezclilla.
-No me digas que estas jugando ¡ Me tardé tres horas en llegar aquí, este pueblo es pequeño pero muy enredado. Anda, deja a este muchacho, vamos a la ciudad, Jane nos espera en su casa.
La rubia se acerca a Axel y le hace una caricia en el rostro. Su mano sólo tiene tres dedos.
02 Junio, 2010
Lilymeth Mena.
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2 comentarios:

Helio dijo...

Seguro que el primero que le cortó, fue el de mandarlo a tomar por... un beso. No te pases por ese bar amor.

Lilymeth Mena dijo...

Nunca, yo tengo por muy preciados mis deditos. Besos, cariño.