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Guantes de látex.

A esa hora de la madrugada los cuartos y corredores del hospital permanecían a media luz. Las secciones sin enfermos quedaban totalmente a oscuras. De vez en cuando una camilla subía de cirugia al área de recuperación. Al fondo en Oncología muchas cortinas separaban los cubiculos, para darle al enfermo terminal la poca privacidad que puede proporcionar una tela de punto tosco en color azul.
Al fondo del piso el inventario de la farmacia mantenía entretenidos a los dos enfermeros en turno. El jefe de medicos asistía una intervención imprevista. La encargada de recepción acomodaba los expedientes para el cambio de turno.
Sus lamentos se escuchaban todo el tiempo levemente, como el ulular del viento que movía las copas de los árboles. Los médicos habían hecho ya todo lo posible. Se esperaba su deceso para las próximas horas. Anciano, sin familia, sin hogar, llegó al hospital para morir en un cubiculo de tres por cuatro. Durante días se había desgarrado en un vomito doloroso. Un vomito sanguiñolento que redujo lo que quedaba de espiritu en ese bulto adolorido.
Su última ronda estaba programada a las cinco y media, antes de que llegaran las enfermeras del turno matutino. Indicada sobre su tabla estaba otra inyección de morfina para el paciente moribundo. Pero el estado de aquel cuerpo hacia notable su inutilidad.
Los aparatos reproducían un débil latido apenas audible y una aguja brin coteaba de un número a otro con muy poca fuerza.
Con las manos enguantadas apagó el respirador. Una respiracion agitada seguida por ligeros espasmos, luego, nada. Suavemente acomodó las manos del hombre sobre su pecho y cerró sus ojos. "Ahora puedes descansar" le susurró al oído mientras anotaba sobre su tabla: Hora de muerte 5:48 am.
15 Enero, 2010
Lilymeth Mena.
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2 comentarios:

Horacio Cordero dijo...

Un ángel de la muerte. Por un momento llegué a pensar que quien desconecta al anciano era una afanadora (y no una enfermera), por los guantes. O quizá eso me hubiera gustado, da un giro diferente a la historia. Perdón, por la intromisión a tu argumento.

Lilymeth Mena dijo...

No es intromicion, Horacio. Las opiniones y contrastes son siempre bien recibidos. Me hacen pensar e imaginar historias nuevas.
Mil gracias.