Desde hacia dos meses sus quejas eran las mismas, trabajaba mas horas de las que podía soportar el cuerpo y dormía muy poco. Luego de examinar su rutina y las causas aparentes para su incomodidad nocturna; me quedó claro que su madre lo exasperaba. La mujer no hacia otra cosa que llamarle por teléfono a cada hora para saber como se encontraba.
El pobre recién graduado de la facultad de medicina era hijo único, su madre lo había criado ella sola luego de que el padre los abandonara, jamás se habían separado más de lo que se puede separar uno para acudir regularmente a clases, y gozar de alguna piadosa relación clandestina con alguna compañera de sexto semestre.
Ahora alejados el uno del otro con tierra de por medio debido al internado del futuro brillante medico, la señora se ocupaba de cuidarlo con sus llamadas de larga distancia.
Me había propuesto comunicarle de mi diagnostico unos minutos antes de terminada la sesión, para luego canalizarlo con un colega especializado en relaciones destructivas. Ya que mi especialidad son más bien los trastornos del sueño, creí oportuno indicarle que su malestar no calificaba para mi programa. Su molestia era externa y real así que debía tratarse como tal.
Antes de que tuviera tiempo de comentarle mi conclusión, su teléfono sonó y él haciéndome una indicación con el dedo índice elevado en el aire, contesto casi de inmediato sacando el celular del bolsillo delantero de su bata blanca.
-Hola, mamita querida ¿Como estas? ¿Que estas haciendo?
07 Marzo, 2011
Lilymeth Mena.
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