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De tajo.



El invierno pasado marcó exactamente dos años desde la última vez que nos vimos. Que me tuviste sin que yo te tuviera.
Durante todo este tiempo he venido arrastrando los pies como un enfermo, un sonámbulo, ningún lugar me parece bueno para mí por que soy yo el que no se siente bien a donde quiera que vaya. Es como si este mundo no estuviese hecho para alguien que guarda una pasión tan ardida como yo.

Daría cualquier cosa por dejar de respirarte cada vez que me amanece, por borrar el tacto de tu piel sobre la mía, la textura de tus cabellos de entre mis dedos húmedos por tus sudores.

Acudo con puntualidad a las comidas familiares sin ningún interés mas que el de mantenerlos tranquilos por mi bienestar, aprendiendo de vez en cuando a dibujar esa sonrisa fingida que parece contentarlos a todos, menos a mi; de igual forma no falto nunca a mis charlas con el psiquiatra. Ese viejo.

El pobre piensa que hemos hecho algunos “avances”.

Todas las pastillas que me ha recetado solo han conseguido hundirme en un estado de permanente sigilo, soy como un gato abandonado, siempre con hambre, pero siempre callado. Dolido tan hondo que ya es imposible que salga de mí ser maullido alguno.

Lo he venido pensando desde hace mucho pero no había dado con “eso” que hace falta para decidirse de una buena vez. El sentido de supervivencia me venía sosteniendo no se de que manera.

Hasta que el otro día por la tarde el buen doctor me ha dicho las palabras que si no mágicas, precisamente adecuadas “Necesitas borrarla ya de tu mente para siempre, debes eliminarla por completo”.

Por eso estoy aquí, parado a mitad de la cocina con ambas manos temblorosas aferradas al mango del cuchillo enterrado en mi vientre, mirando como ese chorro oscuro y espeso semejante al aceite, llora hasta llegar al suelo. Era el único modo.
Tenia que cortarte de mí.

Lilymeth Mena
28 Marzo, 2013. 
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10 comentarios:

Jorge Muzam dijo...

Perfecto.

Y perfectamente comprensible.

Un abrazo fuerte, querida Lilymeth.

Anónimo dijo...

Sorprende el final de este relato en voz masculina. Desde que leí Tlacuache noté que tienes una habilidad especial para expresar sentimientos y sensaciones a través de los animales: "soy como un gato abandonado, siempre con hambre, pero siempre callado. Dolido tan hondo que ya es imposible que salga de mí ser maullido alguno." Pero yo lo oí.

Anónimo dijo...

Al final de la voz masculina, la sorpresa: "soy como un gato abandonado, siempre con hambre, pero siempre callado. Dolido tan hondo que ya es imposible que salga de mí ser maullido alguno." Pero yo lo oí porque conozco tu habilidad de expresar sentimientos y sensaciones de animales a través de los silencios, desde que leí tu maravilloso Tlacuache.

Anónimo dijo...

wow es cierto. La unica manera de arrancarlo...

Anónimo dijo...

Buenísimo. Qué maravila de descripciones, como tye comentan más arriba. Me identifiqué más de lo que quisiera aceptar con el pobre muchacho. ¡Saludos!

Anónimo dijo...

Es una realidad de muchos, me incluyo, pero cuando hay seres inocentes, no es la opción.

Anónimo dijo...

Su historia es parecida a muchos que pasan por una perdida pero creo k enaltece es superar esa perdida y agarrar el camino difícil y no el mas fácil eso es de cobardía y eso no es amor

Gustavo Vega dijo...

Simplemente me gustó. Un abrazo grande!

Unknown dijo...

El fin de todo mal, la muerte....?!

Unknown dijo...

El fin de todo mal, la muerte....?!