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Bichito milagros.

Era evidente que los problemas de salud que venia acarreando Magda desde hace tiempo, se hacían más graves. Cositas que muchos toman a la ligera como los triglicéridos, le daban a últimas fechas mucha lata. El sobre peso le impedía ya casi por completo toda actividad física. Incluso cosas simples como agacharse para atarse las agujetas de los tenis, eran un suplicio. Hacia años ya, que Magda venia intentando toda dieta milagrosa, todo chocho que prometía la silueta deseada y cualquier cantidad de charlatanerías, como aplicarse balines, parches e inyecciones.

Nada es absurdo para alguien desesperado.
Lamentablemente nada había cumplido con las altísimas expectativas que se habían puesto sobre sus bondades.
Una mañana Magda llega al café donde acostumbra reunirse con sus amigas.
Meche, una de ellas se ve distinta, muy delgada, rejuvenecida, en conclusión, guapa la mujer. Es difícil de creer que se trate de la misma Meche gordinflona, la que meses antes se había separado del esposo por una aventurilla en la que ella lo descubrió. Ahora la mujer se ve re energizada, es otra.
Durante la segunda taza de café y las galletas de avena con chispas de chocolate, Magda se acerca a Meche y le pregunta por su nueva animosidad, por el milagro que la hizo perder peso, tonificarse y verse tan guapa.
Meche comienza por dar miles de vueltas al tema antes de confesarle su secreto. Resulta ser que una amiga le recomendó un bichito que solo se da en Brasil bajo condiciones muy especiales. Y le dice más o menos como funciona la cosa. Para empezar el bicho es bastante caro, ya con la criatura esa en las manos hay que tragársela junto con un litro de agua. El bichito comienza a vivir de uno y a terminar con la grasa acumulada en el cuerpo. Ya cuando llegas a tu talla o peso ideal, acudes al medico a que te lo controle, a que te den algún brebaje para terminar con el animalito que ya cumplió con su labor.
Magda no deja partir a Meche, sin antes sacarle la dirección de correo a donde debe enviarse la orden de pedido.
Un mes más tarde llega a casa un paquete con un montón de sellos. Una caja de cartón con el interior lleno de tiritas de papel. En el centro, un frasquito envuelto en plástico con burbujas de aire. En el frasco, un diminuto gusanito, vivo, que mueve su cabeza como inspeccionando su nueva residencia.
El paquete llega a sus manos sin instrucción alguna. Todo lo que sabe es lo que Meche le ha contado.
Con sumo cuidado el bichito es colocado en la lengua y tragado con un litro de agua.
Al mes de haber llenado su estomago con agua y bicho, ya no hay barriga que brote por encima de la pretina del pantalón, a los dos meses los mismos pantalones se le caen. La báscula indica veinticinco kilos menos. No hay alegría en el mundo, comparable a la que Magda siente ahora. Otro mes y Magda está irreconocible, la mujer ha estrenado guardarropa y ahora luce un cuerpo esbelto, una cara afilada y mejillas sonrosadas. Sus amigas le preguntan que ha estado haciendo para verse tan bien. Meche se ha mudado hace un mes a otro estado.
Magda es de las envidiosas, y no cuenta su secreto.
Se encuentra contenta con la nueva imagen que su “bichito milagros” le ha concedido y no piensa parar por ahora, quiere ver hasta donde es capaz de llegar el cuerpo de una ex gorda. Finalmente para las mujeres de ahora, nunca se es demasiado delgada.
Tres semanas pasan y la mujer ha perdido la grasa del cuerpo, ya no solo la que tenia de más, sino toda, toda, ahora luce esquelética, ojerosa, enferma. Todo el tiempo se siente agotada.
Esa mañana de miércoles no tuvo fuerzas para salir de la cama.
Le ha llamado a su madre para decirle que no se siente bien, que se ha reportado enferma a la oficina, que piensa tomarse la mañana, el teléfono cae de la mano flácida.
El medico forense toma fotografías del cuerpo de Magda, de inmediato se hace evidente la perdida de peso de manera acelerada por la flacidez de la piel. Luego de las observaciones superficiales, el medico toma el bisturí y abre a Magda por la mitad.
Un montón de gusanos recibe la mirada atónita del hombre. La escena se repite en brazos, piernas, ojos y cerebro.
Todo gusanos.
25 Julio, 2010
Lilymeth Mena.
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2 comentarios:

javier dijo...

Érase una niña gorda y fea que cantaba como los angeles.

Érase otra niña de hermosas facciones a la que la guerra y la hambruna subsiguiente, en plena adolescencia, afectaron produciendole para toda la vida una extrema delgadez.

La gordita, tomaba lecciones de canto y trabajaba su voz con una gran soprano española en NY.

La bella delgada empezó a trabajar como modelo, y eso la llevo al cine.

La gorda Maria también había adelgazado y empezó a triunfar en los escenarios.

Cuando vio a Audrey en Sabrina se enamoro de ella y quiso ser "como ella"

Se encontraron en Paris, una rodaba Una Cara con angel, la otra hacia La Boheme.

La admiración de Callas hacia Hepburn aumento con su amistad.

Se comió el "bichito"
Imito peinado, maquillaje, y adopto a Givrnchy el modisto de Audrey.

Nunca Callas fue tan bella ni canto tan bonito.

Luego conoció a un hideputa griego.

Lilymeth Mena dijo...

Querido amigo, me ha encantado su mensaje. La vida nos trae en un sube y baja, a veces de peso, otras de animo, de ganas.
Se va uno transformando en busca del amor propio, de la aceptacion, del triunfo, de un sin numero de cosas que se nos deforman en el camino.
Cuando consigue uno el aspecto que tanto ha deseado, se da uno cuenta de que no valia tanto, la factura ha salido estratosferica.
La Callas era hermosa, y al griego ese, hijoputa, no le fue tan bien despues de todo.
Cada uno carga su cruz.
Le beso en la distancia, querido.