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Netas caninas.

Luego de sus tres matrimonios y que cada esposa se llevara lo que podía cargar consigo, y hasta lo que no, su fortuna y ánimos de vivir en la ciudad se habían esfumado. Ahora encontraba mucho más placentero pasar sus años dorados en la hermosa casa de campo, que era entre otras pertenencias, lo que le había quedado, sumando dos infartos y varios desengaños.
Lo afortunado de llegar a la vejez sin nada, es que no se teme tampoco a nada. Que se puede perder?
Así que Renato era además de viejo, despreocupado, muy seguro de si mismo, pese a que sus ex mujeres dirían todo lo contrario. Pero a nadie le importa mucho lo que una ex resentida y ambiciosa pueda decir de uno. Durante toda la semana la rutina era harto leve. Levantarse a deshoras, comer lo mismo. Encender la lap, escribir (o intentar), editarlo o darse cuenta de que últimamente las ideas le rehuían y terminar borrando. Nada mas simple que seleccionarlo todo y dale un “delete”, si todo en la vida fuera tan fácil como eso, habría menos enfermos mentales.
Solo los fines de semana, los sábados casi siempre, se permitía ir al pueblo, comprar víveres y tomarse una copa en la taberna, Le gustaba escuchar las pláticas sosas de los parroquianos y ver las fachas de las señoritas alocadas, que jamás han salido de su pueblo y se creen muy fashion.
Para volver del pueblo, tenía que subir a su pequeño bote y remar, por que irse en camioneta incluía tener que conducir alrededor del lago por media hora, en bote eran solo unos minutos. Ya eran pasadas de las once cuando venia de regreso, le había tocado sentarse en la barra de la taberna y fumarse la platica aburridísima y torpe del dueño de la ferretería del centro con el carpintero. Había sido una noche no muy simpática que digamos. Los tres coñaquitos que se había bebido no le habían calentado para nada el humor, así que era mejor volver a casa antes que se pusiera más peligroso volver remando. Ya una vez le había ocurrido que, pasado en tragos, no había podido volver a casa, había dejado las gafas y se tuvo que esperar a que clareara un poco para reencontrar el camino. La noche era fresca, la flora local despedía aromas dulces a esta altura del año, las semillas de los dientes de león revoloteaban por el camino. Por fin el bote llegaba al muelle de su hermosa casita blanca. Al entrar, lo primero que hizo fue tirar la chaqueta en el sillón y sacarse los zapatos. El perro se acerco contento meneando el rabo para saludarlo. Sobre la chimenea descansaban sus libros, que no suyos por que los comprara sino por que los escribiera. Su representante tenia un año pidiéndole que terminara su última novela pero, no había ganas, ni musas, ni nada. Había sido un año muy jodido, comiendo cochinadas, durmiendo mucho, bebiendo harto. Los buenos ratos los pasaba regando las flores del jardín que se había hecho a modo de terapia en la parte trasera de la casa. Unas cervezas y un buen baño de sol dos o tres veces por semana, con el perro echado a sus pies comiendo moscas.
Pero esta noche había estado muy simple. Se tumbó en el sofá con los pies sobre la mesita de centro, encendió un cigarrillo y miraba los tablones del techo, intentaba separar con la mirada las capas de pintura que se distinguían una sobre otra, cuando su perro se sentó sobre las patas traseras y con mirada de reproche le dijo:
Bueno, ya estuvo suave no? Eso de tenerte tanta pena y reproche. Que no te das cuenta de que todo se voltea en tu contra solo por que tú así lo dispones? Mira que nadie te obligó a casarte con la ultima, y mira que esa si nos hizo sufrir. Aunque debo reconocerle que es una chica lista, escaparse de un día para el otro con el dentista no es cosa fácil eh. Aunque entiendo lo que te pasa, me sucede lo mismo, son los niños no? Los extrañas tanto como yo. Esta casa aunque bonita es muy silenciosa, no hay pasitos cruzando los pasillos, ni botellas con jugo en la sala para
lamerlas, no hay risas, ni llanto, no hay nada.
Renato se perdió entre las capas de pintura y la vos de su perro, un sueño muy profundo lo atacó y el se dejo ganar.
Lo despertó la luz de la mañana que ya entraba por la ventana y el perro que ya estaba hable y hable:
Renato, Renato ¡ Anoche me dejaste hablando solo. Yo se, hombre, que andas cansado y sin ganas de nada. Pero date cuenta, llevas un año durmiendo como lirón y comiendo cochinadas, ya va siendo hora de que te sacudas el polvo y te pongas a trabajar.
Renato no decía nada, sabia que todo lo que decía el can era cierto, que luego de un año de sentirse miserable ya era tiempo de darse otra oportunidad. Que si el no se ayudaba, nadie mas podía ayudarlo, comenzó a hacer ejercicio, a prepararse alimentos dos veces al día, conducía su camioneta para ir por víveres y ya no bebía tanto. Eso si, no podía apartarse del cigarro.
Una tarde mientras regaba su jardín echó de menos al perro, lo estuvo buscando en los alrededores de la casa pero no lo encontró. Era extraño, su perro ya era muy viejo y no solía apartarse de él. Pasaron los días y tuvo que hacerse a la idea de que el perro se había perdido.
El fin de semana llegó la señora que venia a limpiar la casa. Una mujer joven bastante silenciosa. Hacia el aseo de la casa en general y no volvía hasta el mes siguiente. Después de intentar escribir algunas líneas, no pudo más y le preguntó a la mujer si de casualidad ella no había visto a su perro en algún lado. Quizá alguien del pueblo lo habría encontrado o lo habrían visto por ahí.
La mujer fijó la mirada en Renato. Por un instante bajó el rostro como con pena o duda. Cuando notó que Renato la miraba en espera de alguna respuesta, no le quedó más remedio que contestar.
Pero patrón, usted…no tiene perro.
01 Julio, 2010
Lilymeth Mena.
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