Abril tenía que ser, ni mayo ni junio ni cualquier otro mes. Hoy fue una tarde de esas donde no se puede respirar por que el aire resulta harto caliente. Igual de caliente que el que se pasea dentro de los pulmones. Seguro mi sangre a estas horas es chocolate puro, atole, champurrado, o cualquier otra cosa hirviente y espesa que pueda escurrir pendiente abajo sobre una superficie inclinada. Ah que rico sería, pensé tantas veces, desentenderse del mundo y de quien lo puebla, así como hago yo ahora. No se por que le llaman la salida fácil si de fácil no tiene nada. Me costó bastante pensarlo y repensarlo para por fin estar donde estoy. Hace falta valor y coraje, sobre todo, coraje. Cosa fea será que me acusen de improvisado, si lo he planeado todo minuciosamente. El sitio, la hora, el día, la ropa; incluso mandé a mi perro al peluquero, de otro modo habría sido una embarradera y patitas rojas por todos lados. Antes de cerrar los ojos, siento un placer gozoso al mirar escurrir por el suelo de la casa inclinada mi chorro hasta la puerta. Sonrío mientras me pierdo en el pensamiento de que en un momento cruzará la calle y se perderá entre los zapatos de la gente. Quizá llegue hasta la estación de tren y también se vaya lejos, antes de que lo encuentren. 26 Abril, 2010 Lilymeth Mena.
Lilymeth Mena Cruz (Ciudad de México, 1976) es una escritora que vive la literatura desde una envidiable intuición que le permite conocer la vida secreta de las palabras. Quizá por eso las hace vivir en una eterna primavera y situarlas en los ángulos luminosos de la inspiración. Y en cada uno de sus cuentos breves, hipnóticos, es capaz de plantarle cara a las rutinas. Cuentos emparentados en la magia de lo fantástico, en la línea brumosa entre lo real y lo que solo puede acaecer en el territorio de los sueños, con personajes que viven en el incierto sendero del azar, lejos de destinos preestablecidos. Sus pequeñas narraciones, de pulso sincero y vivo, son como luciérnagas, pequeñas señales que ella va dejando, con calculada discreción, en el viaje de nuestra noche sobrevenida. La lectura de sus escritos resulta una agradecida experiencia de calor humano entre tanto artificio prefabricado.
(Josep Manel Vidal, escritor y profesor. Cataluña, España)
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