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Cabeza por cola...

Para Nacho la vida no ha sido nada fácil, desde los quince años su padre lo metió al negocio familiar, andar armado era algo muy común, traer dos o tres gandules armados todo el tiempo detrás de el, también, las botitas vaqueras, las hebillas de plata, cinturones de víbora de cascabel, anillos en casi todos los dedos de las manos, eran solo el fruto de su trabajo, cositas ganadas con el sudor de su frente. Su madre y hermanos menores nada sabían del asunto, o parecían no tener ningún interés en enterarse de donde provenían las grandes comilonas, las putas elegantes, el licor, y otros placeres mundanos que los rodeaban, incluyendo camionetas, trapitos de marca, escuelas particulares y casas de seguridad por todas partes.

El único azote de esta buena gente, no era ni el gobierno ni la policía, por que desde antiguos rituales llevados acabo casi de manera ancestral, habían acordado una tregua pagado con dólares ensangrentados, lavados y transformados (venidos a menos) en humildes pesitos mexicanos, semana tras semana, casi, religiosamente. El verdadero enemigo de estos hombres modestos, era nada más y nada menos que los eslabones perdidos, los enemigos chiquitos que de un salto se quieren pasar los estratos por el arco del triunfo, esos que no respetan los cárteles, familias u organizaciones.
Al ser el polvo de hadas su principal producto, Nacho era un constante volador de cielos rasos, por alguna extraña razón, aunque podía volar muy arriba, el prefería andar volando bajo. Nada le preocupaba que no fuera que alguien se metiera con “su gente” o con su territorio, fuera de eso, todo estaba bien, cualquier exceso era permitido.
Un día amaneció un hombre sin cabeza encajuelado, luego otro, y otro, y así por varios meses, el reino se convirtió un caos en medio de la histeria colectiva, todo mundo temía que los capos de buenas a primeras anduvieran descabezando inocentes.
Entonces sucedió lo que era lógico, los de arriba tuvieron que hacer algunos ajustes, se desató una cacería de brujas, entiéndase, que sin brujas.
Nacho se convirtió en el lagarto de aquel cuento, ese al que le crecía tanto la cola que se la cortaban a cada rato, con la esperanza de que este asunto tan incomodo cesara, lo triste, para Nacho, es que como la cola nunca le dejó de crecer, la única salida fue también, cortarle la cabeza.
30 Marzo, 2010
Lilymeth Mena.
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