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Pies gitanos...

Una dama callada, de pies fríos pero corazón de fuego, cabello negrísimo como el carbón sacado de los hornos eternamente al rojo vivo de su pecho, dedos largos que otorgaban caricias ligeras, de esas que se dibujan en la piel y jamás pueden borrarse, el olor a maderas de su cuerpo que algunos llamarían bendición otros maldición, ojos de pupilas casi negras que se quedaban para siempre encendidos una vez que te habían visto como solo ellos eran capaz de verte, muy profundo, en la parte mas recóndita de tu ser y donde nadie mas había penetrado, era sentirte desnudo, frágil, vulnerable, por eso muchos le tenían miedo. Por mucho tiempo se pensó que era bruja y que gustaba de hechizar a los hombres, darles a beber algún elixir de amor hasta hacerlos perder la razón, hasta que se perdían dentro de si mismos. No había mirada que se resistiera a su piel dorada por el sol, sus pequeñas orejas y su boca con forma de pétalos de rosa en botón, sus pies desnudos calzados de sandalias eran dignos de mirarse cuando caminaban con gracia y soltura, su cadera de manera cadenciosa se meneaba a cada paso que daba por aquellas calles empedradas, dicen algunos que su cabello olía a café oscuro y cargado por las mañanas, y a jazmines perfumados por las tardes después de caer el sol. Las mujeres de la aldea la pensaban no solo bruja y hechicera encantadora de hombres, si no le atribuyan poderes de magia negra por su descendencia gitana, muchas le tenían envidia, pero la mayoría le temían y jamás cruzaban miradas o palabra con ella.

Esto poco le importaba, había nacido sola en una cuna muy pobre y fría, sin familia ni nadie que le tendiera la mano o le prodigara una sonrisa sincera, aprendió que la gente es de corazón duro y despiadado desde siempre. Nunca confiar en nadie, mucho menos en el amor…amor, son tiempos difíciles para los soñadores, y ella no podía caer en lujos tan tentadores como un falso amor o un amor engañoso.
Pocos fueron los que fueron capaces de decir que habían poseído su cuerpo, ese cuerpo voluptuoso y salvaje que no tenía dueño, como un caballo crecido en el monte bebiendo del río y pastando de la hierba que crece en terrenos de nadie. Esos pocos que habían dicho que sus manos habían recorrido aquella piel indomable siempre terminaban matándose a si mismos o locos o ebrios o…
Nadie sabia de todo lo que se decía y rumoreaba por ahí que partes eran ciertas y cuales no, cuales eran ficción, fantasía de borrachos o vecinas celosas, o cuales eran verdades absolutas sin mella o equivocación.
La mujer se volvió mito, una leyenda dentro de un pueblo que le temía, pero siempre seguía recibiendo flores y miradas de aquellos jóvenes que al verla perdían el corazón, ella se pavoneaba graciosamente delante de ellos y les sonreía, les guiñaba coqueta el ojo derecho, ese que con su solo pestañear podría ser apoyo para mover el mundo.
Lo cierto es que de noche su cama estaba vacía, no había amante, compañero ni esposo, aquellos rizos negrísimos ocupaban toda la almohada regados sin ningún cuidado como olas del mar que se debilitan contra la playa, su piel cubierta por esencias y aceites aromáticos permanecía noche tras seca de sudor sobre aquellas sabanas tendidas con recelo, muy estiradas y planchadas, solo la luna que débil entraba por aquella ventana abierta era testigo de cada noche sola, de cada noche fría, cada noche muerta.
Ella quería, soñaba, anhelaba un amor eterno, esos que son inamovibles a las tempestades y el viento, un amor sin trabas, sin tregua, sin palabras, ella solo miraba a los mozuelos para intentar adivinar en alguno de ellos esa mirada con la que soñara tantas veces, no era bruja, no era hechicera, solo soñaba con el amor, no los desdeñaba por que fuera mala, tan solo tenia una idea muy limpia de lo que el amor debe ser, sin deseos por la carne y sexo vacío, ella…no era mala, tan solo tenia el corazón de fuego y los pies fríos.
07 Septiembre, 2009
Lilymeth Mena.

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