Cuando caíste enferma procuré hacer la vida más fácil para todos, la casa, los niños, el jardín, tu madre, la oficina. Pero nada era bastante, me fui quedando corto cada vez un poco mas, hasta que fue inevitable ocultar mi ineptitud, no sabia como ser esposo, ni padre, ni yerno, ni enfermero o jardinero. Las rosas son tan difíciles, y el perro, no se dejaba bañar.
Una noche infernal, después de muchas otras, decidiste que estabas demasiado cansada para luchar, que aquí no había razones suficientes que te ataran a una existencia terrena tan dolorosa, te declaraste vencida y te fuiste sin decirme adiós.
Tu madre murió el verano siguiente, ella también pensó que este mundo sin ti no era lo mismo, y decidió no quedarse.
Los niños crecieron, cada uno fue buscando su lugar en el universo, su por que en este instante, en esta mota de polvo que para cada uno es tan distinta; Max, tu perro, sufrió de cataratas, vivió ciego los dos últimos años, murió y lo enterré debajo de tu árbol de ciruelas, no se si sea idea mía pero desde entonces sus frutos son mas grandes y dulces. Max siempre fue un perro muy dulce.
Yo, sigo viviendo en la que fue nuestra casa, mantengo el jardín como era en aquel tiempo aunque los nietos vienen tan poco, ya no hay perro que retoce y el buzón esta muerto de hambre. Por las mañanas despierto con ganas de volver a cerrar los ojos. Aun no se si te extraño o si estoy molesto contigo, por hacerme esto, yo no me di por vencido, yo no renuncie.
11 Abril, 2010
Lilymeth Mena.
No hay comentarios:
Publicar un comentario