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Cola de pescado...

Hace tiempo quise, desee con todas mis ganas abrir el libro en la pagina precisa, perderme en la palabra exacta, en el párrafo justo, en la rima perfecta, para encontrarme en el centímetro cúbico que tan solo había visitado en mis mas profundos sueños, aquel donde se logran fundir en una masa suave tus costillas y mi espalda.

Era mi gusto imaginarme con algo de lujuria y te lo confieso no sin sentir algo de culpa, ese segundo en el que pierdes el aliento tantito tan solo para tomar después una bocanada de aire que atraviesa por entre tus labios bien abiertos mientras tus ojos están bien cerrados, por que el corazón, confundido, no sabe si vive o si muere, ese parpadeo de éxtasis tuyo que me permitiera acariciarte tan adentro como me fuera posible, aventurarme a explorar rincones jamás antes llegados a mano alguna.
Cuando te conocí esa tarde lluviosa a finales de Julio supe enseguida que algo me traías, algo importante, así que decidí guardarme para cuado me hicieran falta, un par de suspiros sinceros dentro de una lata, ese tipo de suspiro reparador que te alivia el alma por que te da descanso, esperaba no tener que echar mano de ellos nunca pero, ahora la lata esta fea y oxidada, han pasado los años y no tuve oportunidad de guardarme suspiros nuevos, todos te los has llevado sin siquiera preguntarme si quedaba algo para mi o si me dolía darte tanto.
A veces por mas que uno quiera hay cosas que deben aceptarse, hay distancias que jamás se acortan, gente como tú y gente como yo no suele terminar junta, no en las novelas que he leído e indudablemente no en ninguno de los cuentos que yo haya escrito.
Ese anhelo por la divina palabra que me acercara a ti se me fue desvaneciendo como humo de tabaco humedecido por las lluvias de mediados de año que hace crecer el río hasta que desborda y se lleva por delante las casas pequeñas de las orillas y los autos olvidados en las afueras de las pequeñas ciudades, se me escurrió por entre los dedos igual que la espuma que te rodea en la tina de baño cuando eres pequeño y que tú intentas retener para siempre sin lograrlo, hasta que llega mamá y te saca envuelto en una toalla rasposa y dura, lo único que te queda luego de tanto insistir son dedos de ciruela pasa y cola de pescado.
A mi luego de darme cuenta que no podria retenerte de forma alguna y que te me escurrías, cuando me di por vencida y deje de buscar con afán el párrafo perfecto, me quedó una melancolía chiquita en la mirada que puedo advertir cada mañana cuando me miro en el espejo, un extraño sabor salado sobre los labios, así como saben las lagrimas, por eso desde entonces, no se, no beso tanto.
Que nadie note en mis besos ese sabor de lágrimas que no se han llorado.
23 Febrero, 2010
Lilymeth Mena.

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